Además de los cambios en la materia gris, el estudio documentó una expansión de los ventrículos y del líquido cefalorraquídeo, especialmente en el segundo y tercer trimestre, lo cual sugiere un ajuste para lidiar con el estrés fisiológico del embarazo. Sin embargo, no todos estos cambios son permanentes: aunque algunas estructuras vuelven a sus niveles iniciales tras el parto, otras, como las áreas de la corteza vinculadas a la cognición social, presentan cambios duraderos que perduran al menos dos años después del nacimiento.
El estudio, que utiliza un enfoque de imágenes de alta precisión, abre la puerta a investigaciones futuras sobre cómo estos cambios pueden afectar la salud mental y el comportamiento materno. La autora principal destaca que estos hallazgos podrían ser cruciales para comprender condiciones como la depresión posparto y otros trastornos neurológicos asociados con el embarazo, ofreciendo un camino hacia intervenciones más precisas en salud mental materna.
Este descubrimiento muestra que el cerebro materno se adapta para la crianza, y se transforma de manera sustancial, ilustrando la impresionante plasticidad cerebral en la adultez.
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